UN HOMBRE DE BIEN,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,


UN HOMBRE DE BIEN,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,
El verdadero hombre de bien es lo que cumple la ley de justicia, de amor y de caridad, en su mayor pureza. Si él interroga la conciencia sobre sus propios actos, la sí aún preguntará se violó esa ley, si no practicó el mal, se hizo todo el bien que podía, se despreció voluntariamente alguna ocasión de ser útil, si nadie tiene cualquier queja de él; finalmente, se hizo la outrem todo lo que hube deseado le hicieran.
Deposita fe en Dios, en su bondad, en su justicia y en su sabiduría. Sabe que sin su permiso nada acontece y se Le somete a la gana en todas las cosas.

Tiene fe en el futuro, razón por qué coloca los bienes espirituales por encima de los bienes temporales.

Sabe que todas las vicissitudes
de la vida, todos los dolores, todas las decepciones son pruebas o expiaciones y las acepta sin murmurar.

Poseído del sentimiento de caridad y de amor al prójimo, hace el bien por el bien, sin esperar paga alguna; retribuye el mal con el bien, toma la defensa del débil contra el fuerte, y sacrifica siempre sus intereses a la justicia.

Encuentra satisfacción en los beneficios que esparce, en los servicios que presta, en el hacer dichosos los otros, en las lágrimas que enjuaga, en las consolaciones que prodigaliza 
a los afligidos. Su primer impulso es para pensar en los otros, antes de pensar en sí, es para cuidar de los intereses de los otros antes de su propio interés. El egoísta, al contrario, calcula los proventos y las pérdidas decurrentes de toda acción generosa.

El hombre de bien es bueno, humano y benevolente para con todos, sin distinción de razas, ni de creencias, porque en todos los hombres ve hermanos suyos.
Respeta en los otros todas las convicciones sinceras y no lanza anatema a los que cómo él no piensan.
En todas las circunstancias, toma por guía la caridad, teniendo como cierto que aquel que perjudica la outrem con palabras malévolas, que hiere con su orgullo y su desprecio la susceptibilidad de alguien, que no recula a la idea de causar un sufrimiento, una contrariedad, aunque ligera, cuando a puede evitar, falta al deber de amar el prójimo y no merece la demencia del Señor.

No alimenta odio, ni rencor, ni antojo de venganza; a ejemplo de Jesus, perdona y olvida las ofensas y sólo de los beneficios se acuerda, por saber que perdonado le será conforme haya perdonado.

Es indulgente para las flaquezas ajenas, porque sabe que también necesita de indulgencia y tiene presente esta sentencia del Cristo: "Tírele la primera piedra aquel que hallarse sin pecado."
Nunca se compraz en rebuscar los defectos ajenos, ni, aún, en evidencarlos. Si la eso se ve obligado, busca siempre el bien que pueda atenuar el mal..  
Estudia sus propias imperfecciones y trabaja incesantemente en combatirlas. Todos los esfuerzos emplea para poder decir, el día siguiente, que alguna cosa trae en sí de mejor que en la víspera.
No busca dar valor a su espíritu, ni a sus ingenios, la expensas de  outrem ; aprovecha, al revés, todas las ocasiones para hacer resaltar lo que sea provechoso a los otros.
No se envaiece de su riqueza, ni de sus ventajas personales, por saber que todo lo que le fue dado puede le sea quitado.
Usa, pero no abusa de los bienes que le son concedidos, porque sabe que es un depósito de que tendrá que prestar cuentas y que el más perjudicial empleo que le puede dar es el de aplicarlo a la satisfacción de sus pasiones.
Si la orden social colocó bajo el suyo mando otros hombres, los trata con bondad y benevolencia, porque son sus iguales ante Dios; usa de su autoridad para levantarles el moral y no para los chafar con su orgullo. Evita todo cuánto les pueda hacer más penosa la posición subalterna en que se encuentran.
Lo subordinado, de su parte, comprende los deberes de la posición que ocupa y se empeña en los cumplís consciosamente.
Finalmente, el hombre de bien respeta todos los derechos que a sus semejantes dan las leyes de la Naturaleza, como quiere que sean respetados sus.
No quedan así enumeradas todas las calidades que distinguen el hombre de bien; pero, aquel que se esforce por poseer las que acabamos de mencionar, en el camino se halla que la todas las demás conduce
 

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