El malhumor

El malhumor "no existe" ni viene solo a nuestras vidas. Vive en la sociedad de manera individual y es consecuencia directa de fallas espirituales y existenciales. Mencionamos así al egoísmo, la falta de caridad, la intolerancia, el orgullo, la vanidad, la falta de buena voluntad y fraternidad para la convivencia.
El malhumor es un defecto humano que causa daño a la sociedad. Independientemente de la trascendencia que sobre todos los seres del planeta producen estas acciones, un malhumorado hace sufrir a muchas personas inocentes que viven a su derredor, causándoles una existencia triste y amarga.
El personaje de Goethe, Werther, decía: ¿En qué forma se puede calificar a una cosa que daña al prójimo y a nosotros mismos? ¿Acaso no es suficiente que podamos hacernos felices los unos a los otros?
El malhumorado es un dependiente, un "vicioso" que causa desgracias al género humano. Nada justifica que una persona tenga rabietas, haga escándalos y trate a los demás con ofuscación, enojo e intolerancia. Las personas que tienen malhumor, lejos de ser temperamentales, son personas incapaces de controlar sus impulsos y carácter. Tanto es así, que lo podemos deducir de esta frase: No digas son cosas de mi carácter; son cosas de vuestra falta de carácter; sé humano por sobre todas las cosas.
La proliferación del malhumor, en un medio como el que vivimos, es un peligro. Todos tenemos la obligación de frenar esta tendencia. Es urgente implementar a través de la educación, desde la niñez, medidas que permitan una atención especial al control del carácter. Sobre todo cuando se presentan, en los niños y jóvenes, explosiones de irritación.
El malhumor hay que erradicarlo y esto sólo es posible si se actúa con tacto y firmeza. De esta manera ayudamos a las actuales y futuras generaciones, para que sepan tener control sobre sus reacciones. Y no sólo desde el punto de vista físico, sino también espiritual.
Con este accionar educativo aportaremos el germen necesario que permita una verdadera convivencia planetaria. Nuestra responsabilidad comienza por ser tolerantes con nosotros mismos. Practiquemos el amor y la amistad. Es la única manera de ser benevolentes.
Todos tenemos sectores o lunares oscuros en nuestras vidas, porque no somos perfectos. Pero tenemos que dominar nuestro carácter. La amistad es una responsabilidad y debe ser nuestra premisa fundamental cultivarla. No tener interés y valor para controlar nuestro temperamento, impide encontrar la esencia de nuestra existencia. Al no controlar el malhumor, estamos asumiendo una irresponsabilidad en nuestras vidas. Es el camino que conduce a la involución plena de nuestra alma.
Las situaciones cotidianas nos hacen irritar e incluso el más mínimo detalle nos puede exasperar. Debemos estar conscientes de que esto forma parte de la imperfección humana. Pero con férrea voluntad y gracias a las virtudes maravillosas que Dios nos entrega, podemos controlar y eliminar con creces estos defectos.
Si actuamos cada día con sabiduría, altruismo, buena voluntad y fraternidad, nuestras vidas serán más armónicas y equilibradas. Bienaventurado aquél que manifiesta respeto a sí mismo y lo entrega con amor a la totalidad. Si actuáramos de esta manera, lograremos el crecimiento no sólo corporal, sino también de nuestra alma.
Convivencia
Por innumerables pretextos, muchos seres humanos son incompetentes para comunicarse adecuadamente. Esto hace difícil su relación con la comunidad, debido a su comportamiento intransigente y reservado. Pero desconocen estas personas que no sólo hacen daño a la sociedad con su conducta, sino a ellos mismos.
Es posible vivir en armonía con todo lo que nos rodea, si tenemos un comportamiento de respeto y tranquilidad espiritual. Debemos asumir el reto de ser mejores y eso reside potencialmente en nuestra alma. De vital importancia es reflexionar al final de cada jornada sobre nuestro desempeño, sobre si hemos sido altruistas y tolerantes.
Hay que invitar, con modestia, a todos los seres humanos para que sean más consecuentes con sus semejantes. Pero es necesario intentar borrar de nuestras vidas los errores, el materialismo y la individualidad. Es posible mejorar nuestras vidas y las de la humanidad entera, en la medida que estemos conscientes de tener las siguientes virtudes:
  • Sencillez: Consiste en hacer el viaje de la vida llevando sólo lo necesario.
  • Espíritu: Consiste en saber mirar con los ojos del alma.
  • Fe: Consiste en creer. Se deja de existir cuando se deja de creer.
  • Humildad: Consiste en un hilo con el que se encadena la gloria.
  • Generosidad: Consiste en dar para tener siempre en abundancia.
  • Esperanza: Consiste en tener alas para mirar siempre al cielo.
  • Libertad: Consiste en ser dueño de sí mismo.
  • Compromiso: Consiste en ponerle el alma a todo lo que hacemos.
  • Pasión: Consiste en un viaje del corazón en busca de una meta sana.
  • Progreso: Consiste en renovarse, en saber cambiar y en avanzar.
  • Deberes: Consiste en comprometerse sin esperar recompensas materiales.
Si alcanzamos estos beneficios, estaremos satisfechos de marchar por la senda correcta, que nos lleva a sanar la condición humana y del universo. Al llegar a la meta, tendremos el consenso deseado por los hombres y mujeres de todo el mundo. Eso será una autentica convivencia, donde la fraternidad, el altruismo y la buena voluntad universal sean la razón de ser en nuestras vidas.
Enhorabuena para los que recorren este maravilloso sendero de armonía. También para los que ahora deciden abrazar desde el alma el desafío de ser mejores los unos con los otros. Es hora de iniciar la peregrinación
Armonía
Si nuestras acciones cotidianas son positivas, es posible vivir en armonía con toda la humanidad. Pero hay que irradiar amor coherente desde el alma, en nuestras relaciones con la totalidad. Esta emanación, racional y amorosa, fructificará como beneficio corporal y espiritual, para vuestra fortaleza y seguridad.
Si quieres fraternidad en la coexistencia:
  • Realiza con seriedad y responsabilidad no sólo tu trabajo; también valora el de tus compañeros.
  • Contagia, sin ninguna restricción, de alegría a los demás.
  • Cuando estés solo o con otras personas, sé sincero y limpio.
  • Práctica el desprendimiento y la cordialidad con las personas que te rodean. No lastimes al prójimo.
  • Procura ser fiel con vuestra familia, amigos y creencias, y estarás ayudando a la unidad y entereza de esa fidelidad.
  • Debes buscar en vuestra alma la benevolencia, pero sin dejar de reconocer la de los demás.
  • Procura ser recto y aceptar coherentemente las reglas y leyes, las cuales deben formar parte de vuestra vida. Es una necesidad para el crecimiento.
  • Asume una actitud sincera y genuina, que debe de estar acompañada siempre de altruismo, para que se fortalezca la fe entre todos.
Lo expuesto es una invitación a la reflexión. Exteriorizar los principios del respeto, desde el alma, permite tener una vida agradable junto al prójimo. Es la alternativa para que exista fe y paz. Y también equilibrio con la totalidad.

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